La Generación Z, formada por jóvenes nacidos entre mediados de los 90 y principios de los 2010 (actualmente entre 15 y 28 años), está transformando silenciosamente la forma en que nos movemos por las ciudades. Aunque no se despegan de su móvil —con una media de 4 horas y 15 minutos diarias, según Smartme Analytics—, esta generación no se conforma con ver el mundo a través de una pantalla: quiere vivirlo, explorarlo y moverse en él, aunque no siempre sea al volante.
Una movilidad diversa y en transición
A diferencia de generaciones anteriores, la movilidad de los Z es multimodal. Aunque el vehículo particular sigue siendo la primera opción en Europa, lo es por un margen cada vez menor. En el grupo de edad de 15 a 29 años, solo el 32% apuesta por el coche como medio preferente para el futuro. En cambio, el transporte público (43%) y la micromovilidad (41%), como patinetes eléctricos, bicicletas o motos compartidas, están ganando terreno rápidamente.
Este cambio no es trivial. Marca una transición hacia una movilidad más flexible, compartida y sostenible, en línea con las nuevas formas de consumo, donde prima el acceso frente a la propiedad.
No es que los jóvenes no se muevan, es que se mueven diferente
Menos carnets, más opciones
Los datos de la DGT confirman esta tendencia. En 2003, el 75% de los permisos de conducción tipo B se otorgaban a jóvenes de entre 18 y 28 años. En 2023, esa cifra ha bajado al 67%. Y no se trata solo de un fenómeno español. En Estados Unidos, cuna del coche privado, la juventud conduce menos que nunca, debido a factores económicos y culturales: precios elevados de la vivienda y los coches, prolongación de los estudios, retraso en la independencia económica, y, sobre todo, una vida urbana con más y mejores alternativas de transporte.
Los Z priorizan la movilidad consciente
Aunque muchos aún usan el coche, la Generación Z prioriza la conveniencia, la sostenibilidad y el ahorro. Valoran poder moverse sin tener que asumir los costes del mantenimiento de un vehículo propio. A través del móvil, acceden a un ecosistema de apps que les permite:
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Compartir coche o trayectos.
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Alquilar patinetes y bicis eléctricas por minutos.
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Consultar horarios y rutas de transporte público en tiempo real.
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Pedir comida, hacer compras o enviar paquetes sin moverse de casa.
En otras palabras, la necesidad de desplazarse ha disminuido, pero no su deseo de moverse cuando lo desean y como lo desean.
¿Qué podemos aprender de esta generación?
Aunque en países como España la Generación Z no llega al 15% de la población, su influencia es enorme. Representan el futuro de la movilidad urbana. Las administraciones y las empresas del sector deben escucharles y adaptarse:
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Fomentar infraestructuras para la micromovilidad.
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Mejorar la intermodalidad entre transporte público y privado.
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Apostar por la movilidad como servicio (MaaS), centrada en el usuario.
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Impulsar ciudades donde moverse sea fácil, rápido y sostenible.
La Generación Z no está renunciando al coche, pero ya no lo ve como el único camino. Su movilidad es más digital, más variada y más consciente. Y eso, en un mundo cada vez más urbanizado y exigente, puede ser una gran oportunidad para construir un sistema de transporte más eficiente y adaptado a los nuevos tiempos.